Chester Whessemhayer

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En un día soleado de mayo, o en un día nublado de agosto, ¿o fue en diciembre?... ¡Qué más da! La fecha es lo que menos importa, diremos que fue en una tarde de primavera, justo al atardecer, cuando el sol intentaba ocultarse entre las suaves y espolvoreadas nubes, que si las vemos con un poco más de imaginación, se asemejan al algodón en flor de los prados de aquel pueblo estancado al pie de una montaña… en aquel ocaso del día, las aves cortaban en línea recta esa mezcla de colores conocida como cielo. En esa misma tarde, una pareja de enamorados caminaba serenamente por los serenos senderos del parque y, cerca de ellos, una comunidad de ardillas corría por aquí, por acá y por allá en busca de nuez digna de almacenar… todo era aparentemente tranquilo en Valttimore, pero si nos vamos un poco más lejos veremos que la aparente serenidad del pueblo  se distorsiona y estalla en miles de cristales de misterio y perplejidad… En esa misma tarde, justo a las afueras del pueblo, aconteció un gran suceso…

Siguiendo el pasaje que lleva a las milpas, se llega al cruce de los dos caminos, si tomamos el camino derecho…- ¡No! ¡Cuidado! Nunca hay que tomar el camino derecho, no querrás llegar a casa de la señora Rossely y que te invite a comer tarta junto a sus diez mil gatos, y… ¡Sorpresa! Cada día de su miserable vida prepara las mismas tartas con la misma monótona receta de la que ni siquiera Lucifer tiene información… no, no puedes tomar esa clase de riesgos en las afueras de Valttimore…- siguiendo el camino izquierdo, allá en lo más profundo del bosque de los abetos rojos, al norte del gigante blanco, se encuentra el conocido lago Cartucho que apenas la mitad del pueblo conoce, y a las orillas de ese lago, están las ruinas de la cabaña del viejo Meller, y frente a ella, incrustado sobre fondo del lago, está el histórico fondeadero de las Cruces, que en su batalla contra el tiempo, inexplicablemente ha conservado tres canoas atadas a sus despojos de madera que bailan con la brisa se bambolean sobre el agua, realmente es hermoso el pueblo de Valttimore… -o al menos aparenta serlo-… A todo esto ya no era una tarde de primavera, era una noche de primavera, la amarga noche con su espeso manto y su torbellino de secretos ha caído ya sobre nosotros, podríamos quedarnos en esta parte de Valttimore, regresar al bosque, hacer una fogata y acampar tal vez, pero si es así jamás podré terminar de contar mi relato, ¿qué dices?, bueno, aunque no estés de acuerdo te diré toda la serie de ambiguos y bizarros eventos que ocurrieron en aquella parte del pueblo, lo que ocurrió más allá… el ambiente era frío, llegamos a la cabaña de Meller, subí a una de las canoas ahí estacionadas, la suave brisa nos impulsaba lentamente sobre las masas aguas del lago, el mantel de la noche estaba puesto y sobre él estaban extendidas las estrellas con su opaca luz fluorescente y una luna tan llena, que si los hombres lobo existen más de alguno debió haber mutado ya…. El tiempo pasaba lentamente, y con cada segundo el clima se volvía más tenue e inquietante… A lo lejos pude divisar una especie de isla, ¡sí! ¡Ya recuerdo! Era la isla de Mandrágoros, y sobre ella está construido el antiguo castillo de la extinta princesa Mélida, mujer que siglos atrás cautivó con su imperante belleza a todo pescador que se acercaba al inhóspito castillo –mujer que significó la perdición para un sinfín de hombre de alma pura y casta-… poco a poco la abstracta forma del castillo se empezó a tornar más clara ante mis ojos, un silencio sepulcral invadía mis sordos oídos, de repente, algo inesperado sucede… ¿qué ha pasado? ¡Ah! Era la canoa que por fin se detuvo en tierra firme… y como un enorme gigante, se alzó ante mí la gran empalizada del castillo, de estructura recia e imponente se extendían dos colosales rejas, inmediatamente la curiosidad invadió todo mi ser, me sentí obligado a cruzar aquel enorme portal que se abría ante mis oblicuos ojos… -no sé en qué momento me dejé arrastrar por mis instintos, pero de un instante a otro estaba ahí, propenso al misterio, a lo desconocido, me encontraba solo en medio de un gran terreno baldío libre por explorar-… de nuevo el silencio sepulcral volvió a perturbar mi mente, la sensación producida por esa quietud era parecida al efecto que causan un millón de aguijones apuñalando lo más recóndito de mis entrañas… -no me preguntes cómo sé eso, sólo lo sé-…. Suena un poco ambiguo, pero a veces el silencio perturba más que el  más mínimo sonido… ¡Y de nuevo! ¡Ahí están las miserables ardillas! Tal parece que toda Valttimore está plagada por eses inmundos roedores…

Arrastrado por una atracción indescriptible, caminé hacia mi propia muerte… son vagos los recuerdos que guarde de ese día, sólo sé que un momento después aparecí dentro del castillo… -todo era tan confuso, no recordaba ni siquiera mi nombre-… si no me equivoco, acababa de despertar de un largo sueño, y al levantar mis pesados párpados, descubrí tres interesantes personajes que me ofrecían toda clase de exquisiteces y manjares…. –en ese instante no sentía nada más que la ausencia de mis sentidos, estaba en una especie de letargo-… uno de los eres se acercó a mí y me dio de beber una clase de bebida extraña, un tipo de vino muy peculiar, era un sabor inigualable que aún no he podido volver a encontrar… ¡ah! ¡Ese maldito sorbo! -¿qué pasó con él?... ah sí, cuando probé un poco de aquel brebaje desconocido por mis papilas gustativas sentí cómo la adrenalina fluía por cada uno de mis tejidos corporales, fue similar a una explosión pues nuevamente me vi envuelto en aquel derrame cerebral… reuní las pocas fuerzas que aún tenía y pregunté qué había ocurrido, pero todo fue inútil, nadie respondió nada, sólo silencio, silencio y más silencio…
Comí todo cuanto me ofrecieron, estaba recostado sobre un cómodo sofá de terciopelo rojo, sentía cómo la vida volvía asiduamente a mi interior, de tal manera me fue posible deslumbrar un paisaje majestuoso, cada objeto que lograba identificar estaba cargado de lujo y decoro… lo primero que vi después de las criaturas a las que llamaremos mayordomos –era tal mi embriaguez, me disculpo por la confusión, quizá pensarás que estoy loco- fueron unas gradas de mármol, y sobre ellas se extendía una enorme alfombra roja… -¿rojo? Ahora que lo pienso, todo el castillo estaba plagado de rojo, quizá debí advertir esta señal antes, quizá las cosas serían de otra forma, si tan solo hubiera advertido ese pequeño detalle, quizá hubiera podido prevenir mi desgracia… o tal vez fue sólo una coincidencia, además, ¿qué tiene que ver el rojo en todo esto?-

Todo parecía una ilusión, jamás hubiera podido imaginar que un descendiente de albañiles, que un rufián limpia botas como yo iba a ser capaz de ver con sus propios ojos toda aquella inmensidad de riquezas, pus según le comento yo soy originario de Valttimore, mis padres y yo pertenecemos a la comarca de Wetfron ubicada en la parte superior del archipiélago, y lo más lujosos que había podido tocar en toda mi existencia eran los cubiertos que mi difunta madre ponía para la acostumbrada cena de navidad, brillantes al resplandor de la luz, con manquillos de cobre… ¡Bah! ¡Sobra y basta con decir que eran bonitos!, pero hasta la fecha no me explico cómo fui a parar a ese castillo, sólo sé que es una historia que estoy obligado a contar para prevenir a todos aquellos de mente insensata…

De nuevo me invadió la curiosidad, me levanté de mi asiento y me dispuse a explorar aquel paraíso, mas no había avanzado media yarda cuando los mayordomos se abalanzaron sobre mí, traté de detenerlos pero no pude, ellos eran más fuertes… me vendaron los ojos y me condujeron por una ruta que desconozco –lo más seguro es que salimos del castillo, me atrevo a afirmar esto porque aún recuerdo el frío viento que recorrió toda mi piel- aquellas manos frías me llevaron a un lugar inédito, todo era tan aterrador…al cabo de un lapso de quince minutos nos detuvimos sobre un suelo rocoso, no aguantaba la agonía de saberme perdido en medio de la nada, -y de nuevo estaba ahí aquel silencio sepulcral… lo que más recuerdo de todo esto es el silencio, silencio maldito que se escurre como el agua hasta llegar a mis oídos y eriza cada célula de mi sistema nervioso-… me quitaron la venda, había tanta luz… pero no veía nada, un blanco abrumador entraba por los orificios de mis ojos y obstruía toda posibilidad de visión clara y concisa, hubiera  preferido ser un ciego, un minusválido, un habitante de la oscuridad… pero no, no era así, me encontraba en ese sitio rodeado de abominaciones que se presentan palpables ante mí como seres deformes de manos frías, estaba ahí, sí ahí, cegado por la luz en medio de quién sabe dónde… -el miedo no pudo haber sido mayor-…

Un momento fugaz, un instante breve, una vibración divina viajaba a través del espacio y del tiempo hasta llegar como un susurro a mis orejas… -¿Qué era eso?-… uno a uno los seres se fueron alejando lentamente, más lento y cada vez más lento hasta el punto de desaparecer, el calor que producían sus heladas manos ya no estaba más, y sin embargo yo seguía ahí, a la deriva de mi destino…

Un cachorro no pudo haber sido más indefenso que yo en ese momento… y más bizarro aún que todo lo anterior, se esclareció frente a mí una imagen maquiavélica, un paisaje desolador ¡era el sentimiento de angustia plasmado en papel y lápiz!... después de la partida de los seres el tiempo fue trascurriendo más rápidamente, mis sentidos mejoraron y recobré mi vitalidad por completo, pero no, no podía ser que una idea tan absurda como la de ser lo que no era se hiciera realidad…. En el momento en que podía ver perfectamente, descifré el código de aquella imagen extenuante, lo que re reveló ante mis ojos era el secreto del castillo de Mandrágoros… ¡era un retrato exacto de la misma princesa Mélida! La inmaculada forma de su rostro había sido capturada en un lienzo de dos dimensiones, sus labios profundamente rojos, su piel blanca y afelpada, sus carrizos de rubio cabello, y sus ojos… a decir verdad noté un particularidad en sus ojos, cual lagunas verdes sin fondo atrapaban a todo ser atraído hacia ellos… a ese punto el silencio se había vuelto soportable para mí, me encontraba en la cúspide del éxtasis, en el punto final de la gran travesía, a menos de un segundo de descubrir el porqué de mi atracción a esa isla… pero todo se desplomó en un instante… caí en el pozo insigne de su mirada y desde entonces me encuentro perdido en este lugar de castigo para todos aquellos de mente débil… y tú… ¡Sí! ¡Tú! Tú, al igual que yo, estás atrapado en este laberinto, sin consuelo, sin esperanza, tú has abierto la caja de Pandora y has desatado todos los males del universo… menos la esperanza… -¿esperanza?-… y de nuevo estoy aquí, a las afueras de la ciudad de algún lugar, buscando a una chica de sonrisa rota, pómulos hundidos, no tan clara, no tan oscura…

-¿Así que todo eso hay en las afueras de Valttimore, querido Chester?

-Sí, ¡Valttimore es la perdición de los de mente insensata! ¡Valttimore es la cuna de todas las desgracias de la humanidad! Pero no… las ardillas no… ellas….

-Shhh, aguarda, no hagas ruido, los seres vienen otra vez…
-¿los seres? ¿Qué seres?

-Las criaturas deformes de manos frías, se acercan ya, lo percibo, ¡no!...

-Me parece que eres uno de ellos… ¡Tú! ¡Nunca vayas a Valttimore! Las personas con mente débil como la tuya no pueden estar en un lugar así de bizarro…

-¡Si aceptaron a un demente como tú, me parece a que a mí hasta me harán fiesta de bienvenida!

-¡Has lo que te venga en gana!... ¿De qué hablábamos hace rato? Disculpa, me he distraído

-Creo que estabas a punto de contarme una gran historia…

-¡Ah! ¡Sí! Ya recuerdo… En un día soleado de mayo, o en un día nublado de agosto, ¿o fue en diciembre?... ¡Qué más da! La fecha es lo que menos importa, diremos que fue en una tarde de primavera, justo al atardecer, cuando el sol intentaba ocultarse entre las suaves y espolvoreadas nubes…

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-¡Enfermera Hudson! ¡Mire la hora! ¡Ya son más de las diez! ¡El sedante, enfermera! ¡El sedante! ¡Después de las diez treinta ya habrá sido demasiado tarde!

-¡En seguida voy, doctor!.... habitación doscientos once, habitación doscientos once… ¡Buenos días, señor Whessemhayer!

-Me parece de muy mala educación interrumpir a una persona en medio de un gran relato…

-¿Y con quién conversa, señor Whessemhayer? No veo a nadie más en la habitación…

-Eso dices tú, querida Corina…

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-Enfermera Hudson, ¿qué tal ve al señor Whessemhayer?

-Según veo cada día empeora más, al ritmo que va no aguantará más de un año…

-Son irremediables los efectos que una esquizofrenia aguda puede causar al organismo de un pobre anciano como el señor Chester, tenemos que trabajar arduamente si es que en verdad queremos salvarlo.

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-La enfermera se ha ido Chester, prosigue con tu historia

-Qué silencio…. Qué silencio…. Sabes, querido amigo, a veces siento que aún estoy en Valttimore y que mi mente sigue deambulando en los senderos de aquel misterio…